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BIOGRAFÍA PEDRO A. LABARTHE E.
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Pedro Adolfo Labarthe Effio nació en Lima el 22 de febrero de 1855, año en el que el mariscal Castilla inauguró su segundo período presidencial. Sus padres fueron Santiago Labarthe y doña Francisca Effio. Cursó sus primeros estudios en el colegio El Peruano, que dirigió el eminente educador Melchor T. García, ministro de Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno de Manuel Pardo, y los prosiguió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde obtuvo el doctorado en Letras y el grado de Jurisprudencia.
Al egresar de la universidad (1879), ya había decidido ser maestro, carrera que en su tiempo no existía. El país estaba en guerra y las noticias eran cada vez más preocupantes. En esa coyuntura, Labarthe fue nombrado director del Colegio Nacional de San Ramón de Cajamarca y, tal vez mordiéndose los labios, dejó la capital para cumplir su inmensa tarea: educar a las nuevas generaciones.
En Cajamarca permaneció hasta 1884. Ese mismo año fue elegido para representar a la provincia de Hualgayoc (del citado departamento) en el Congreso Constituyente que asumió la responsabilidad de aprobar el Tratado de Ancón (tratado de paz entre el Perú y Chile). Luego fue nombrado director del Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, y en esa función realizó intensas gestiones para que se refaccionara el colegio, que había sido avasallado por las tropas chilenas durante la ocupación. Al frente de la escuela más antigua de Lima estuvo durante dos años. El cambio político lo separó de ese puesto.

En 1886 fundó el colegio Lima, instituto que llegó a tener un gran prestigio en su tiempo; de sus aulas salieron figuras señeras de nuestra historia, como Julio C. Tello, José Santos Chocano, Hermilio Valdizán y el filósofo Pedro Zulen, entre otros. Este colegio se convertiría con el paso de los años en la Gran Unidad Escolar Pedro A. Labarthe.
Fue después el profesor intachable de la universidad de San Marcos. En 1894 recibió el encargo de dar lectura al discurso de apertura del año académico de la universidad, titulado ‘El problema de la educación nacional’. Allí trató de esbozar una solución al problema educativo peruano, mediante un análisis y comparación entre los sistemas de Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos para aplicarlos en el Perú. Propuso entonces imitar los grandes logros, especialmente de los Estados Unidos, en ese campo.
En 1896 la Universidad de San Marcos, acogiendo una iniciativa suya, creó, en la Facultad de Letras, la cátedra de Pedagogía, que en un primer momento fue confiada al doctor Isaac Alzamora –primer vicepresidente de Manuel Pardo en 1872–. Alzamora tuvo como adjunto a Pedro A. Labarthe, quien la regentó en varios períodos académicos.
Labarthe fue miembro de la Sociedad de Beneficencia de Lima, por entonces una de las instituciones más importantes del país, del Consejo Superior de Instrucción y de la Liga Nacional de Maestros, entre otras instituciones.
En el último año del siglo XIX formó parte de una comisión nombrada por el gobierno de Nicolás de Piérola para redactar el proyecto de ley orgánica de instrucción pública.
Escribió varias obras, entre ellas una de pedagogía cuyo segundo tomo concluyó en sus últimos días, y otra de literatura para instrucción secundaria, texto que adoptaron la mayoría de los colegios de su época.
Volteando el siglo, ya bajo los aires de la República Aristocrática, la muerte llegó como un ladrón, cuando menos la esperaba. Aún no había cumplido los 50 años. El calendario marcaba 3 de febrero de 1905.
El historiador Carlos Wiesse Portocarrero lo recordaba así: “Su enseñanza estaba desprovista de flores retóricas, que prefería guardar, junto con su profunda erudición de los pedagogos alemanes, Herbert entre ellos, franceses, ingleses y norteamericanos, para sus conferencias magistrales y sus discursos académicos”.
Una Gran Unidad Escolar perpetúa su nombre. Es el mejor homenaje que se le puede rendir al maestro que hizo de la educación un verdadero apostolado.
Una Gran Unidad Escolar perpetúa su nombre. Es el mejor homenaje que se le puede rendir al maestro.

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